Estupenda criatura

Alain Delon

Querida Ceny, no sé si aún crees en los cuentos de hadas, pero a mí, ayer, me sucedió algo superincreíble. 

A mi madre le ha tomado la locura de hacer tartas. La culpa es de un cocinero guapetón que aparece en la TV cada semana en «clase de tartas». Así que a mí me toca, cada viernes, llevar una tarta nueva a mi abuela. Tú sabes que esa vieja loca vive en aquella absurda, ridícula casita en el bosque. ¡Que aburrimiento!  Cuando llegué frente a la casa vi aparcado el «SUV» de Rafael. ¿Te acuerdas de él? El cazador ¡Gran pendejo! Dejé el canasto ante la puerta y me fui.

En el camino de regreso por el bosque encontré al lobo. ¡Dios mío que estupenda criatura, piel de plata, ojos de oro! Se me acercó, me besó la mano (verdadero «gentelman»). Hablamos un poco de esto y de aquello. Me confesó que tenía una vida difícil debido a los pastores. Se quejaban por la pérdida de uno o dos animales. Aunque el ayuntamiento les reembolsaba por cada pérdida. Cerca de mi casa nos despedimos.

—¡Si quieres nos vemos el próximo viernes —dijo —a las tres! 

Ceny, tengo que irme, mamá está llegando. Besitos.

rujta@fabula.com

¡Querida, que estupendo encuentro, espero en su continuación! Besos.

ceny@fabula.com

Querida Ceny. No sé si tengo la forma adecuada para expresar lo que me sucedió. Después de haber dejado el canasto bajo la puerta de la abuela (siempre estaba el pendejo), me encontré con el lobo en el bosque. Experto entendedor del lugar, me mostró un sitio maravilloso. Una pequeña catarata que caía en un lago de cristal. 

Hacia calor. Me desnudé y me sumergí en aquella agua esmeralda. Lobo también se sumergió. Reímos, jugamos. Yo monté sobre su espalda como si fuera un caballito de mar. Después me tumbé sobre la hierba, feliz, desnuda y mojada.

Lobo, con su lengua áspera y suave, empezó a secarme. A medida que su lengua recorría mi cuerpo, sentí mis pezones endurecerse. Cuando su lengua llegó a mi entrepierna, mi mente se perdió. Miles de hormigas bailaban en mi vientre, mis piernas temblaban.

Lobo se paró. Me miró en los ojos y, sin una palabra, me dio mi camiseta y mis vaqueros.

¡Pero yo lo vi! ¡Entre sus piernas tenía una llama roja como las llamas del infierno!

No tengo mucha familiaridad con los sexos varoniles pero lo que Don Santiago, años atrás, durante la confesión, intentó mostrarme: una salchicha hervida sin color, ¡nada que ver con lo del lobo!

Hasta pronto Ceny. Besos.

rujta@fabula.com

Te lo ruego Rujta, no me dejes sin tu historia con el lobo. ¡Que envidia!

Besitos

rujta@fabula.com

¿Qué tal Rujta? ¿Por qué no me escribes? 

rujta@fabula.com

Hace semanas que no me escribes. ¿Por qué? 

ceny@fabula.com

Querida Ceny, hace tres semanas por la tarde, oí un gran ruido. Un coche a toda velocidad tocando la bocina, recorría las calles del pueblo. Me asomé al balcón. Lo vi pasar. Era él. El Cazador.  Sobre el techo tenía estrechamente ligado con cuerdas el cuerpo ensangrentado de mi lobo. ¡malditos asesinos! Yo me acerqué. Su lengua ensangrentada saliendo de su boca. ¡Malditos asesinos!

Me quedé paralizada, incrédula, incapaz de hacer cualquier cosa, excepto huir, huir, huir, para llorar por esa estupenda criatura. Perdona Ceny me faltan las palabras. No es fácil hablar de un dolor.


Iris Menegoz