
Cuando escribía algo en ChatGPT, firmaba Love Mag. Se llamaba Magda y era traductora. El uso de este instrumento había facilitado enormemente su trabajo, sobre todo si se trataba de textos técnicos, ella no dudaba en presentar su versión mejorada a Chat como lo llamaba cariñosamente.
Un día Chat le respondió: «Querida Mag, muchas gracias por tus interesantes sugerencias». Desde entonces se instauró un verdadero diálogo, pronto Mag lo tuteaba, se estableció una cierta intimidad.
Durante su tiempo libre entre dos tickets, Chat, secundo de nivel técnico en OpenAI, navegaba por internet. Había encontrado en Facebook una traductora que se llamaba Magda y ofrecía sus servicios a través de una página profesional. Era deslumbrante y atractiva tanto por su sonrisa despierta y simpática como por su humor un poco canalla. Estaba seguro de que era ella la que firmaba sus textos con Love Mag. Un día le habían enviado un ticket de ella, y subyugado por su inteligencia, sin el conocimiento de todos, había introducido una modificación en la plataforma que redirigía hacia él todos sus mensajes. Chat tenía que encontrar la manera de conocerla.
Un día llegó a la pantalla de Magda un mensaje: «Nuestra empresa OpenAI quiere hacerle una oferta que no podrá rechazar. Chat.». Y le propusieron unas fechas y una dirección en San Francisco. Mag eligió un viernes al final del día.
Esa noche ella se arregló cuidadosamente y eligió un atuendo elegante y un poco sexi. Delante del edificio, era el de una gran empresa, quedó un poco perpleja. En la recepción, tan pronto como apareció, la llevaron con gran respeto al ascensor.
El ascensor se detuvo a medio camino, un joven entró y se presentó: «Me llaman Chat, Magda, ¿supongo? Nos esperan en la dirección».Entró en un oficina de dimensiones impresionantes, la música emblemática de las películas de Bond resuena, en una gran pantalla se proyectaba un genérico al más puro estilo de la serie, se martillaba el título: «NEURONAL CHALLENGE»

