La gasolinera

La gasolinera
Edward Hopper (1882 – 1967)

Tenía el pelo suelto al viento, el vestido pegado al cuerpo, los muslos ampliamente descubiertos. Con su nuevo Tesla roadster rojo a techo abierto, corría a gran velocidad casi sin hacer ruido, la “Road 66” desenrollaba delante de ella su interminable cinta. La sensación de un coche eléctrico era nueva, el silencio era extraño, buscaba el ruido del motor que debía explotar como en nuestra imaginación. Pero solo el viento silbaba en los oídos de la hermosa Kathleen.
Un cartel anunciaba «Mobil Gas» a 10 millas. Era cerca de la 1h, su estómago gritaba de hambre y ciertamente el motor también requería una recarga. Le habían dicho que la duración de su almuerzo sería suficiente para recargar rápidamente la batería. Observó cuidadosamente el recorrido para no perder el desvío hacia la gasolinera.
Un poco más lejos, Kathleen la vio resplandeciente de blancura, casi combinada con el vestido blanco que llevaba, y las bombas de gasolina rojas como su coche y su pintalabios. Un hombre ya viejo, calvo, y vestido con una corbata y un traje del que solo llevaba el pantalón y el chaleco, manipulaba una de las bombas. Había otra y, en medio, otro artefacto cuya parte superior era de color claro. Ella salió del descapotable, su falda revoloteaba, con su pelo rubio se parecía a Marilyn.
– ¿Hay un enchufe para recargar mi batería, preguntó al encargado?
– ¿No reconoces este lugar?, ya no es una gasolinera, respondió indignado el hombre. Es un museo dedicado al pintor Edward Hopper.



Jean Claude Fonder